Eduardo Sandoval-Obando
Investigador Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible
Universidad Autónoma de Chile

El acceso y utilización de las redes sociales en Chile y el mundo se ha incrementado significativamente como consecuencia de la pandemia, particularmente, entre las generaciones más jóvenes. La necesidad de estar siempre conectado y configurar una identidad digital atractiva se ha vuelto una necesidad creciente, sin que se dimensionen los peligros y vulnerabilidades que existen en dichas plataformas (tales como el phishing, ciberacoso, vulneración a la privacidad, adicción a las redes sociales, etc.).

En el caso de la toxicidad en forma de relaciones, opiniones y comentarios, persiste en estas plataformas sorpresivamente. Sin embargo, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Nature, se ha observado que dicha toxicidad está más ligada al comportamiento humano que a las redes. Pareciera ser entonces que la verdadera amenaza no reside en las redes sociales per se, sino en la tolerancia a la diversidad de opiniones compartidas en dichos espacios.

Si bien los diferentes puntos de vista enriquecen el discurso, también son foco de relaciones agresivas y hostiles entre los usuarios. Así, el campo de batalla de las ideas se convierte en terreno fértil para la confrontación, la intimidación y las diferentes formas de violencia (verbal, psicológica, de género, cultural, etc.), eclipsando el potencial de un diálogo constructivo.

En la era digital, nos apremia la urgencia de construir dinámicas relacionales que fomenten debates saludables. La moderación, tradicionalmente contundente en su enfoque, debe evolucionar para navegar en las complejidades del comportamiento humano mediado por la Inteligencia Artificial, el Big Data y la revolución de las tecnologías.

En este contexto, la responsabilidad individual también es primordial. La gente debe hacer una introspección acerca de la identidad digital que posee, reflexionar acerca de los comportamientos y relaciones que construyen en el ámbito digital. Igualmente, la alfabetización digital y la mediación cognitiva en contextos de virtualidad es esencial, ya que nos prepara para discernir entre relaciones humanas saludables o violentas.

Finalmente, también enfrentamos un desafío colectivo, ya que, si bien hemos avanzado significativamente en el acceso y cobertura a las múltiples plataformas digitales en el país, no hemos reflexionado críticamente acerca de los peligros y vulnerabilidades presentes en las redes sociales (particularmente, en el uso que niños/as y jóvenes poseen en dichas plataformas).

Precisamente por ello, nos encontramos en una encrucijada. ¿Sucumbiremos a las sombras de la toxicidad o aprovecharemos el potencial de las redes sociales para una interacción significativa y tolerante? ¿Estamos educándonos para un uso responsable de estas plataformas? ¿Somos conscientes de las implicaciones potencialmente negativas que provoca el uso problemático de estas plataformas sobre la salud mental? La elección es nuestra. Sin embargo, sus implicaciones actuales y futuras trascienden con creces los confines del ciberespacio.

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