Por Yasna Palmeiro Silva y Rocío González. asesoras Programa de Cultura Científica «Gea, Salud Planetaria».

El cambio climático es un cambio en el patrón habitual del clima en una zona y tiempo específicos. Actualmente, tenemos evidencia suficiente de que estamos viviendo un cambio climático que tiene su principal origen en las actividades humanas. Los seres humanos, al quemar combustibles fósiles emiten gases de efecto invernadero (como el dióxido de carbono o CO2) que atrapan energía y calientan la atmósfera. Este calentamiento global afecta todas las partes del sistema climático y cambia el patrón del clima al que estamos acostumbrados, lo que trae consigo eventos meteorológicos extremos que son cada vez más frecuentes y severos.

Estos cambios en el clima se asocian a una cascada de efectos, incluyendo cambios en sistemas naturales y en nichos ecológicos que aumentan o disminuyen la idoneidad climática para ciertos mosquitos, por ejemplo. Además, estos cambios también afectan nuestra vida diaria. La evidencia muestra que, por ejemplo, días más calurosos u olas de calor más severas y prolongadas afectan la capacidad laboral de trabajadores, en especial aquellos que trabajan al aire libre. Otros indicadores han mostrado cambios en la disponibilidad de comida marina, afectación en el tiempo de maduración de los cultivos, cambios en la biodiversidad y en la cantidad y temporada de aeroalergenos, entre otros. Estos cambios, mediados por factores sociales que determinan la salud, resultan en diversos impactos en la salud y bienestar de la población.

Evidencia nacional e internacional ya muestra que las amenazas climáticas asociadas a un clima cambiante y los determinantes sociales de la salud están llevando a ciertos impactos en la salud de las personas como: mayor exposición de personas vulnerables a olas de calor, mayor mortalidad de adultos mayores de 65 años de edad durante olas de calor, mayor número de lesiones directas asociadas a eventos meteorológicos extremos, menor productividad laboral y una baja en el ingreso económico debido al calor extremo, entre otros. Si quieres analizar más indicadores, revisa www.lancetcountdown.org.

De esta manera, esta situación se transforma en un desafío para la salud pública, obligando a tomar perspectivas y acciones diferentes, así como también redirigir presupuestos y poniendo en jaque mucho de los avances y progreso realizado en salud pública hasta la fecha.
Para hacer frente a estas amenazas y reducir el riesgo de impactos negativos, existen dos grandes grupos de acciones: adaptación al cambio climático y mitigación del cambio climático. Ambas aportan grandes beneficios a la salud pública.

Según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), la mitigación del cambio climático es “una intervención humana para reducir las emisiones o mejorar los sumideros de gases de efecto invernadero”. De esta manera, medidas de mitigación buscan limitar el calentamiento global y cambio climático antropogénico. Sin embargo, en la medida en que planificamos e implementamos medidas de mitigación, también podemos promover otros beneficios directos a la sociedad, mejorando la salud y economías locales. Estos beneficios se conocen como co-beneficios de la mitigación.

Por ejemplo, si se disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, limitamos el cambio climático, lo que al largo plazo limita el riesgo negativo a la salud y por ende hay un menor gasto en salud y los efectos colaterales, lo que se puede asociar también un mayor retorno, tanto económico como social. Más ejemplos en la siguiente figura:

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Figura 1. Ejemplos de potenciales co-beneficios en salud de la mitigación del cambio climático

Complementariamente, la adaptación al cambio climático es definida por el IPCC como “(en sistemas humanos) proceso de ajuste al clima real o esperado y sus efectos, con el fin de moderar el daño o explotar oportunidades beneficiosas”. En este caso, la adaptación en salud al cambio climático está principalmente enfocada a limitar el daño a la salud de las personas, lo que, no sólo trae el beneficio de la adaptación a la amenaza climática, sino que también puede asociarse a otros beneficios sociales que mejoren la salud y bienestar de la población.

Por ejemplo, las medidas de adaptación en salud que se tomen para enfrentar las amenazas climáticas ayudan a disminuir los efectos negativos y potenciar los efectos positivos del cambio climático lo que, en el largo plazo, disminuye el gasto en reparación y potencia un mayor retorno de la inversión. Pero también ciertas medidas de adaptación tienen impactos a corto plazo y de gran beneficio social. Por ejemplo, el fortalecimiento de infraestructura resiliente permite dar continuidad a servicios básicos y de cuidados. Ciudades climáticamente inteligentes y resilientes favorecen que los medios de subsistencia de las personas sufran el mínimo daño ante las amenazas climáticas.

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Figura 2. Ejemplos de potenciales beneficios y co-beneficios a la salud de la adaptación al cambio climático

En resumen, el cambio climático es una amenaza a la salud de las personas y un desafío a la salud pública. Para tomar el máximo provecho de esta situación y optimizar recursos, es necesario que como sociedad veamos la salud más allá que la salud, considerando que esta también se promueve a través de acciones en otros sectores, tales como transporte, vivienda, energía, entre otros. En este sentido, una mirada sistémica de la situación permitiría extender puentes entre sectores y áreas que potenciarían los co-beneficios de la mitigación y adaptación al cambio climático. Al final, el cambio climático y sus dos grandes acciones asociadas son una oportunidad para la salud pública para así promover poblaciones más sanas y prósperas.

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