Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), durante las próximas décadas se producirían unas 250.000 muertes adicionales cada año debido a enfermedades relacionadas con el clima. Por otro lado, más emisiones de dióxido de carbono (CO2) que favorece el calentamiento global, se traduce en más enfermedades respiratorias, cardiopulmonares y virales.

Para la Dra. Karina Bravo, investigadora de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Chile, “el cambio climático es una de las mayores amenazas para la salud mundial. Afecta directamente los determinantes sociales y ambientales de la salud: aire limpio, agua potable, seguridad alimentaria y seguridad en la vivienda”.

Asegura que “existe una correlación directa entre el cambio climático y el aumento de ciertas enfermedades. Altera los ecosistemas y modifica los patrones de migración de los animales; el incremento en la temperatura y la humedad favorece la reproducción de mosquitos ampliando la prevalencia de enfermedades como el dengue y el paludismo en áreas donde antes no habrían podido sobrevivir”.

Además, “puede aumentar la concentración de aerosoles patógenos que transportan virus y bacterias que provocan enfermedades respiratorias, en ambientes cerrados. Esto destaca la importancia de monitorear y mejorar la calidad del aire interior como parte de las estrategias para mitigar el impacto del cambio climático en la salud pública”.

Incorporar tecnologías

Todo ello supone desafíos significativos para mejorar la calidad del aire interior de las instalaciones médicas especialmente en áreas de alto riesgo de aerosoles patógenos, como estrategia de salud pública.

Ese es precisamente el objetivo de la investigación liderada por la Dra. Karina Bravo, junto a los investigadores de la Universidad Autónoma de Chile Dra. Jennifer Troc, Dr. Sebastián Michea y Dr. Vicente Salinas. También participa en un proyecto conjunto con la Universidad Mayor y la Universidad de Atacama en el marco de Ciencia 2030.

“Ambos se centran en mejorar la calidad del aire interior a través de tecnologías avanzadas que incluyen la medición de CO2, radiación UVc y sistemas de filtración de aire. Estas tecnologías apuntan a reducir la concentración de aerosoles, lo que es crucial para disminuir la transmisión de enfermedades respiratorias, las cuales pueden ser exacerbadas por el cambio climático”.

El equipo trabaja activamente en asegurar que esas innovaciones puedan ser adaptadas y aplicadas localmente reconociendo la diversidad geográfica, climática y regional de nuestro país, facilitando su implementación en infraestructuras críticas como colegios, jardines infantiles y guarderías. Su implementación es extrapolable a un contexto global y se une a iniciativas similares en Canadá, Brasil y Reino Unido.

Integrando además una perspectiva de género, buscan contribuir a la creación de políticas públicas y de estrategias de mitigación que reconozcan y aborden las diferencias de género en la salud y seguridad, asegurando intervenciones más justas y efectivas en diferentes regiones y climas.

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