En la era de la globalización, la diplomacia científica se ha elevado como un puente crucial entre la academia, la política y el desarrollo global. Este enfoque, que integra la ciencia, la tecnología y la innovación en las relaciones internacionales, es esencial para fortalecer esos lazos y promover intereses nacionales en áreas clave del conocimiento.

La diplomacia científica se manifiesta de tres formas: la «ciencia en la diplomacia», donde el conocimiento científico y tecnológico se integran en la política exterior para abordar desafíos globales como enfermedades infecciosas, la escasez de alimentos y el cambio climático; la «diplomacia para la ciencia», que promueve la colaboración internacional en el ámbito científico; y la «ciencia para la diplomacia», donde la ciencia y la tecnología se utilizan como herramientas para resolver crisis y problemas globales.

En América Latina, la diplomacia científica ha cobrado una importancia especial, con países como Brasil, Colombia y Argentina liderando el camino. Estos esfuerzos están dirigidos no sólo a promover la ciencia y la tecnología en la política exterior, sino también a contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), representando una oportunidad única para la región en el escenario global.

El papel de la academia en la diplomacia científica es fundamental. Las instituciones académicas, como universidades y centros de investigación, son clave en la formación de individuos en la investigación y la producción científica. Estas instituciones no solo gestionan y producen ciencia, tecnología e innovación, sino que también promueven la colaboración internacional y el intercambio académico, esencial para el avance global.

La diplomacia científica se desarrolla tanto a nivel nacional como internacional. Mientras que a nivel nacional se enfoca en promover la cooperación científica y tecnológica dentro de un país o entre países vecinos, a nivel internacional abarca esfuerzos más amplios, involucrando a múltiples países y organizaciones internacionales para abordar desafíos globales como el cambio climático, pandemias y el desarrollo sostenible.

La colaboración científica y la coautoría son indicadores clave de la actividad en diplomacia científica, resaltando la importancia de establecer alianzas y redes en el contexto internacional. Esto se refleja en un aumento en la producción científica relacionada con la diplomacia científica, evidenciando el creciente interés y relevancia de este tema en la región latinoamericana.

La diplomacia científica, entonces, no es solo un término de moda en la política internacional, sino una brújula indispensable para navegar en un mundo interconectado y desafiante. Esta confluencia entre la ciencia y la política no sólo trasciende fronteras, sino que redefine cómo los países pueden y deben colaborar en la era de la información y la tecnología. Nos invita a reflexionar: ¿estamos realmente aprovechando el potencial completo de la diplomacia científica? La respuesta a esta pregunta podría ser la clave para desbloquear un futuro más colaborativo, sostenible y, sobre todo, más iluminado por el conocimiento y la innovación.

Dr. Iván Suazo Galdames

Vicerrector de Investigación y Doctorados U. Autónoma

Director Cátedra UNESCO “Educación Científica para la Ciudadanía”.

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