Aileen León y Sebastián Abarca son estudiantes de quinto año de Trabajo social y Psicología de la Universidad Autónoma de Chile en Santiago, respectivamente, y llevan cerca de cinco meses desarrollando una novedosa intervención en el colegio Hogar de Cristo de la comuna de La Granja para retener a sus alumnos en el sistema educativo formal y favorecer la adquisición de herramientas que les permitan ser un aporte a la sociedad.
Como parte de las estrategias de vinculación con el medio y de responsabilidad social universitaria, y bajo la convicción de poner los conocimientos y destrezas de sus docentes y alumnos a disposición de la mejora de la calidad de vida de la comunidad, ambas unidades académicas impulsan un ambicioso programa dirigido a los escolares que presentan dificultades de adaptación, de relacionamiento con sus pares y de adquisición de aprendizajes relevantes.
“Implementamos dinámicas que permitan mezclar juegos con reflexiones –dice Abarca-, generando instancias de trabajo en equipo y de fomento de la comunicación asertiva que terminen con una reflexión”.
Ente las habilidades adquiridas en las aulas y que se refuerzan en estas actividades, destaca el encuadre frente al escenario de ese establecimiento educacional y la comunicación horizontal con los escolares sin descuidar la imagen de autoridad.
“Es una realidad que no conocía y eso me ayuda a pensar cómo enfrentar el ejercicio de mi profesión”, asegura.
En ese mismo sentido, León destaca por su parte que en el desarrollo de sus intervenciones buscan favorecer las relaciones sociales de los escolares al interior de su comunidad educativa a partir de la empatía.
“Este proyecto se ejecuta en un contexto complejo, donde los niños presentan realidades difíciles en varios sentidos y por tanto eso obliga a una relación más personalizada con cada uno de ellos”. “Jugamos, hay tiempo para hablar de la vida, de lo que a ellos realmente les interesa y a través de eso intentamos enseñarles y desarrollar sus potencialidades”.
Se trata, a su juicio, de un gran desafío como estudiante de Trabajo social. “Los cursos y la dirección del colegio han tenido siempre una gran disposición, lo que nos motiva a seguir adelante con esta iniciativa”.
El director del Colegio Hogar de Cristo, Luis Valenzuela, sostiene que requiere de otros actores en el proceso educativo. “Esta propuesta nace de la Universidad Autónoma de Chile a partir de las necesidades de nuestros alumnos de desarrollar sobre todo competencias sociales, aprendiendo de una manera distinta donde el niño vea que su compañero es un par y que en conjunto pueden aprender”.
El equipo multidisciplinario del colegio, en conjunto con los estudiantes y docentes de esta casa de estudios involucrados en esta iniciativa, buscan finalmente que los escolares se sientan parte de la comunidad para romper el círculo de la vulnerabilidad en que muchos están insertos.
“Nuestra convicción como escuela y como Fundación –agrega- es crear una sociedad en igualdad. Venimos a entregarles lo que necesitan para salir adelante, que es una educación integral, de calidad y participativa donde cada niño es identificado con su nombre y apellido para convertirse en ciudadanos que se sientan realizados y puedan aportar al país”.
La profesora de Trabajo social y coordinadora del proyecto iniciado en abril pasado, Marina Cecilia Hernández, recuerda que el objetivo inmediato es que los escolares se mantengan en el sistema educativo a pesar de su situación socioeconómica y afectiva.
La vinculación con el establecimiento se da en el contexto de nuestro Programa de Violencia Intrafamiliar, como parte de las acciones formativas de los futuros profesionales y como expresión de la responsabilidad social de esta casa de estudios superiores.
“Este programa constituye, entre otras cosas, un espacio colaboración con la comunidad y al mismo tiempo de aprendizajes relevantes para el desempeño profesional de nuestros alumnos”.
Explica que entre las habilidades que se desarrollan está “el recoger las necesidades e interés de una comunidad para generar luego una propuesta con un diálogo permanente; eso requiere de planificación, programación, empatía y manejo de grupos que en este caso presenta cierta complejidad y muchas carencias”.
Con ello, logran asociar la teoría con la práctica y ver en terreno cómo operan las dinámicas relacionales entre los adolescentes, como también comprender cómo se instalan desde la niñez ciertas pautas de violencia que luego se replican en la adultez y cómo establecer pautas de prevención.