La carrera de Pedagogía en Matemática de la Universidad Autónoma de Chile en Talca tuvo su décimo coloquio, esta vez centrado en el rol de la Neurociencia en la Educación. La ponencia estuvo a cargo de Dr. Rodrigo Pascual, experto en esta materia.
Pascual es Magister en Ciencias Biológicas, mención Neurobiología y Ciencias de la Conducta, de la Universidad de Chile y Doctor en Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona. Con más de 27 publicaciones a su haber es un referente nacional respecto a temas relacionados con neurociencia y neuroplasticidad, liderando investigaciones que le han valido el reconocimiento internacional, recibiendo varios premios gracias a su destacada trayectoria.
Para el investigador la clave está en entender que el cerebro se modifica mediante su interacción con el medio ambiente, bajo esta premisa el rol de la educación sería gravitante en el desarrollo humano. “La experiencia y, por ende, la educación producen cambios cerebrales funcionales y estructurales. Por tanto, es necesario que tengamos un visión holística y cautelosa de qué manera el cerebro tiene estrategias de adaptación al medio, las que pueden ser positivas o negativas producto de esta interactuación entre genes y ambiente”, precisó.
Esta interacción se produce, incluso, desde el vientre materno. En efecto, estudios realizados en niños de 6 a 9 años -en donde se midió el volumen cortical- cuyas madres sufrieron un periodo de estrés prolongado durante la gestación, arrojó como resultado que los fetos de madres con cuadros de ansiedad cerca de las 19 semanas, presentaban menor grosor cortical. Esto se traduce en que situaciones emocionales adversas en la madre dejan huellas estructurales en el cerebro del niño, quien puede presentar problemas conductuales, de aprendizaje o psiquiátricos.
En pocas palabras no todo es post natal, el cerebro ya viene pre programado “a veces ya prenatalmente se ha producido una disfunción, una alteración que va a continuar conforme continué el desarrollo del cerebro y la educación puede cambiar el curso de este proceso cuando es nefasto y potenciarlo cuando es positivo. En este sentido -y contrario al pensamiento del filósofo inglés J. Locke- no somos una tabula rasa; sino que ya venimos con una hoja mal escrita que debemos pasar en limpio y es la educación la encargada de corregir este “documento”, puntualizó el Dr. Rodrigo Pascual.
En esta línea se afirma que el medio ambiente modifica la expresión génica, más ambos son una sola unidad funcional que interactúa y dialoga. Por ejemplo, si pensamos en un caso hipotético en que los genes heredados por un niño son vulnerables, pero el ambiente en que se desarrolla es el óptimo, existe una compensación. Por el contrario, si el mismo niño crece en un entorno hostil se potencian esos problemas. No obstante, gracias a la plasticidad del cerebro se puede recuperar esta situación, aunque con ciertos límites.
Debemos tener en consideración que el cerebro se termina de moldear alrededor de los 25 años, especialmente en la región prefrontal que es la zona que toma las decisiones y está más ligada al razonamiento. Por tanto, es esencial que la educación sea la herramienta primaria al momento de acompañar el desarrollo humano.
Para el doctor en Neurociencias es fundamental que “los estudiantes tomen conciencia que el enseñar conlleva una responsabilidad formativa gigantesca, ya que el aprendizaje modifica ciertas redes neuronales que permiten- a su vez- cierta suficiencia a futuras capacidades del aprendizaje. Vale decir, las experiencias tempranas -siempre conformadas por el componente cognitivo y emocional- pueden modelar el cerebro, lo preparan, permitiendo y facilitando el aprendizaje. El cerebro se puede cultivar, generando conductas adaptativas o desadaptativas, dependiendo de cuál es la información que se reciba, qué motivación se tiene en ella y los genes que hemos heredado de nuestros padres”.