Los episodios consecutivos de preemergencias ambientales han puesto nuevamente de manifiesto la necesidad de revisar medidas y planes que disponen las autoridades para enfrentar la contaminación en las principales ciudades del país.
De acuerdo al último ranking de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre las zonas con registros más peligrosos en todo el mundo, 23 ciudades chilenas aparecen en el listado; partiendo por las ciudades del sur del país: Coyhaique, Padre Las Casas, Osorno, Temuco, Rancagua y Santiago figuran en los primeros lugares de la lista a nivel nacional.
“Los cielos azules y el aire envidiable que todos relacionan automáticamente con el sur del país, en época invernal están sólo en el recuerdo de sus habitantes. Desde hace varios años la realidad es diametralmente distinta y no sólo afectan el paisaje sino también la salud de todos”, señala Paz Serra, Decana de la Facultad de Arquitectura y Construcción de la Universidad Autónoma de Chile.
Explica que el gran problema es la contaminación y su origen: la combustión de leña, que es la forma más económica para calefaccionar los fríos y lluviosos inviernos. “Campañas y bonos no han podido con lo económicamente conveniente que resulta la leña, especialmente para las familias de escasos recursos”, sostiene.
En este escenario, el mejoramiento térmico o eficiencia energética de las viviendas es una alternativa, aunque sólo aplicable a las nuevas construcciones, nos explica la académica.
“El tema es que las mediciones hechas por el Ministerio del Medio Ambiente en los últimos años, específicamente en Temuco, indican que las mayores concentraciones de partículas están alojadas en barrios de clase media, con viviendas que superan las UF650, no sujetas a subsidio según las actuales políticas públicas y que, además, son casas con sistemas constructivos de los años ‘80, en su mayoría de albañilería reforzada, donde el ladrillo es por lejos el material de menor aislación”, detalla Serra.
Añadió que “si queremos solucionar el problema, tenemos que abordar a una población que no es sujeto de subsidio y con casas con insuficiente aislación, lo que obliga a ser muy creativos en los sistemas de financiamiento”.
Recordó que “en el último tiempo han existido experiencias para otorgar subsidios térmicos, en una modalidad de co-financiamiento (público-privada), donde el Estado pone una parte del subsidio y todo el resto lo colocaban los propietarios, lo que se hizo muy difícil para familias de clase media, ya que el costo privado bordea los dos millones pesos, cifra que la mayoría de las familias no puede financiar”.
Así, para poder enfrentar el problema –plantea Serra- “hay que generar envolventes térmicas de buena calidad y equilibrar un sistema de co-financiamiento con montos que superen el subsidio actual de UF100, a fin de realmente lograr un cofinanciamiento justo para la clase media, puesto que este es un problema de todos y no de privados”.
Nuevas viviendas y solución colectiva
Respecto de las viviendas nuevas, estas tendrán una nueva normativa térmica que va a obligar a todas las nuevas construcciones a cumplir con ella, especialmente en la zona sur del país. “Esta normativa todavía se encuentra en su etapa final de elaboración, por lo que se está a tiempo para revisarla acuciosamente y medir su impacto real”, adelanta la académica.
La Decana de la Facultad de Arquitectura y Construcción de la UA, sostiene que estas medidas pueden tomar mucho más tiempo del esperado, precisando que “una de las alternativas válidas, que puede ser parte de la solución al problema ambiental, es la calefacción distrital, propia de los países nórdicos”.
Esta se basa en pasar de muchas soluciones individuales a una colectiva, es decir, reemplazar decenas de estufas, cada una con su chimenea por una sola caldera central, distribuidas por barrios. “La construcción de esta gran caldera descentralizada, produce energía y con ello calefacción a través de tuberías que llevan agua caliente sanitaria a los distintos hogares, es decir, recibir calefacción igual que otros servicios básicos como electricidad, agua y gas, entre otros, y así abastecer barrios o villas enteras”, concluyó.