La depresión se ha consolidado como un desafío crítico de salud pública a nivel global, afectando a cerca de 280 millones de personas cada año. Según el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME) de Estados Unidos, esta patología presenta un aumento sostenido a raíz de factores de riesgo modernos intensificados tras la pandemia, específicamente la falta de interacción social y el sedentarismo extremo.
Para abordar esta problemática, el Dr. Bruno Bizzozero, investigador postdoctoral de la Universidad Autónoma de Chile, lidera un proyecto que busca esclarecer cómo el número de pasos que caminamos y la adherencia a pautas basadas en plantas pueden prevenir o mitigar los síntomas depresivos a lo largo del ciclo de vida. “Proponemos hacer una síntesis de la evidencia disponible, que abarque todas las edades y que comprenda estudios, tanto observacionales como de intervención, donde se mida objetivamente y con herramientas validadas”, explica.
El poder de la métrica
A través de revisiones sistemáticas y metaanálisis, la investigación busca reunir y procesar estadísticamente toda la evidencia científica publicada a nivel internacional. Además de la síntesis, el proyecto contempla un estudio de cohorte prospectivo para examinar asociaciones longitudinales (a largo plazo) en bases de datos masivas.
“La idea es evaluar a personas que al inicio del estudio no tienen depresión y ver cómo influye la cantidad de pasos diarios en el riesgo de sufrir la patología a lo largo de los años. Por ejemplo, los 10.000 pasos diarios surgieron hace décadas como marketing para dispositivos portátiles. La evidencia actual sugiere que incluso medidas mucho menores, como 5.000 o 1.000 pasos, ya tienen beneficios para la salud”, detalla el académico de 35 años.
En paralelo, el estudio profundiza en el impacto de la nutrición, específicamente en regímenes basados en plantas como la mediterránea o la vegetariana. “Estos hábitos pueden influir positivamente en la adiposidad y el peso corporal, pero también en la microbiota, que está vinculada al eje intestino-cerebro. Hay mecanismos biológicos y psicosociales de la alimentación que pueden incidir directa o indirectamente en el ánimo. Por ejemplo, la dieta mediterránea promueve el relacionamiento social al comer y el consumo de productos locales”, afirma Bizzozero.
Metodología de escala global
Para dotar de robustez estadística al trabajo, se utilizarán tres fuentes de información clave que abarcan todo el ciclo vital: el UK Biobank de Reino Unido, con datos de 500.000 adultos para vincular actividad física y salud mental; la cohorte española Seniors-Enrica, que sigue a mayores de 60 años desde 2010; y la base PeNSE (Pesquisa Nacional de Saúde do Escolar) de Brasil, centrada en la nutrición de adolescentes de entre 13 y 17 años. “Nuestro proyecto intenta cubrir todos los grupos de edad porque no es lo mismo estudiar a adultos mayores, que suelen tener menor movilidad, y cómo eso repercute en su bienestar emocional comparado con grupos más jóvenes”, señala el investigador de origen uruguayo.
Este trabajo es fruto de una alianza entre la Universidad Autónoma de Chile y el Centro de Estudios Sociosanitarios (CESS) de la Universidad de Castilla-La Mancha, en España. Bajo el liderazgo de Bizzozero y el patrocinio del Dr. Vicente Martínez Vizcaíno, el equipo multidisciplinar integra expertos en epidemiología y salud pública para asegurar un análisis científico de la problemática a escala global.
Esta investigación cuenta con el financiamiento de ANID, a través de un Fondecyt de Postdoctorado 2025-2028 adjudicado por $97 millones. “Mi gran ilusión es poner un granito de arena para que las personas tengan un proceso de mayor calidad de vida. Queremos que la ciencia se traduzca en recomendaciones prácticas y accesibles, demostrando que incluso cambios pequeños en nuestra rutina diaria pueden marcar una diferencia significativa en la salud mental”, concluye.