Tras el tsunami de 2010 en Chile, los suelos del sector costero del Maule se volvieron salinos y arenosos, dificultando el crecimiento de los árboles. A esto se suma el cambio climático, cuyas heladas extremas ‘queman’ los cultivos, reduciendo la superficie plantada de la papaya de montaña (Vasconcellea pubescens) a menos del 0,1% del total nacional, según registros de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa).
“La gente ha dejado de plantar papayas, porque no son tan fructíferas y han cambiado a papas, cebollas u otras cosas que les generen un poco más de dinero. La idea es recuperar el foco de estos pequeños empresarios que tienen restaurantes o fábricas de conservas y mermeladas asociadas a sus plantaciones”, explica la investigadora postdoctoral de la Universidad Autónoma, Dra. Tamara Méndez, quien lidera un proyecto Fondecyt Postdoctoral para revertir esta crisis mediante el uso de ácido salicílico.
Defensa natural
El «escudo biotecnológico» consiste en aplicar ácido salicílico, una hormona que las plantas producen de forma natural para alertarse entre sí ante ataques de insectos o heridas. “Esto genera que se produzcan metabolitos secundarios (compuestos químicos que actúan como defensas naturales) y desencadena una seguidilla de cosas”, detalla la científica de 40 años, refiriéndose a la activación del sistema inmune del papayo frente al frío.
Para que el tratamiento sea efectivo y económico, Méndez utiliza un pulverizador manual –habitualmente usado para fumigar– para rociar la solución directamente (aspersión foliar) sobre las hojas y frutos. “Hasta el momento estoy ocupando un producto del área cosmetológica de 99% de pureza y que se utiliza generalmente para máscaras faciales, porque si compro algo analítico, los agricultores no van a tener suficiente dinero para aplicarlo fácilmente en el campo. Estamos probando con un milimolar de ácido salicílico, se disuelve en agua y lo aplicamos por pulverización hasta que la planta quede mojada”, agrega.
Tecnología de precisión
La validación del proyecto se realiza en un predio de Iloca dividido en cinco sectores, donde se seleccionaron 10 árboles tratados con ácido salicílico y 9 ejemplares de control. En esta etapa, la Dra. Gabriela Valdés (UDP) y su asistente, Camila Farías, lideraron el análisis de los suelos, mientras que el Dr. Luis Morales (U. Autónoma) junto a los asistentes Camilo Arias y Valentina Jara, se encargaron de aplicar la solución y medir parámetros críticos como los niveles de nitrógeno, clorofila y antioxidantes en las hojas.
Tras la cosecha, las muestras son trasladadas al laboratorio de la Universidad Autónoma en su sede Talca, donde se utiliza un liofilizador para secar los frutos al vacío, preservando sus propiedades nutricionales como vitamina C y antioxidantes. Además, el equipo emplea técnicas de termogravimetría (TGA) e infrarrojo (FTIR) para evaluar cambios en la firmeza del fruto y en componentes estructurales como la celulosa, así como posibles efectos del tratamiento en la producción de látex.
La iniciativa, financiada por ANID con 35 millones de pesos a través de un Fondecyt Postdoctoral (2025–2028), ya muestra resultados preliminares alentadores. “En poscosecha, el tratamiento con salicilato permite extender aproximadamente en una semana la vida útil del fruto, más allá de lo que se logra solo con almacenamiento en frío a 4 °C”, concluye Méndez, oriunda de San Carlos, Ñuble.