img662.015 horas anuales  son las que trabajamos los chilenos, de acuerdo a un estudio realizado por la OCDE – Organización para la Cooperación y  el Desarrollo Económico – superándonos Grecia (2.037), Corea (2.163)  y México  (2.237). Sin embargo, nuestra productividad no tiene relación con las horas en que pasamos en frente al escritorio ni con la remuneración recibida.

Si bien nuestro país ha alcanzado un buen nivel de desarrollo económico, posicionándonos como una economía sólida en la región, no es menos cierto que existe una brecha amplia en aspectos económicos, educacionales y laborales. Este último elemento ha sido analizado sostenidamente durante este último, convirtiéndose en una preocupación constante para las autoridades y expertos en el tema.

En este marco, el Ingeniero Comercial y  Magíster en Economía  perteneciente al CEGES (Centro de Estudios y Gestión Social del Maule) de la Universidad Autónoma de Chile en Talca, Guillermo Riquelme, recibió el grado de Doctor en administración de empresas en la Universidad de Málaga, España, tras la realización de un estudio  basado en  la rendición de la cuenta pública en educación superior en Chile entre los años  1990-2009, tópico que está intrínsecamente ligado al aspecto laboral.

Luego de años de estudios e investigación, logró recopilar la información suficiente para definir como el Estado  ha informado a la ciudadanía, entregando todos los antecedentes respecto  a los recursos públicos invertidos en educación superior y como éstos han generado alguna redituabilidad  social al país, en especial,  a la formación  de capital humano avanzado, productividad y la relación existente entre empleos y remuneraciones.

Sin embargo, el resultado final develó como la realidad chilena no se ajusta a las diversas hipótesis que plantea la literatura convencional, donde habitualmente se acepta como  cierta la relación directamente  proporcional  entre aumento de capital humano y el aumento de la productividad, situación que  en Chile no se cumple.

Tampoco se cumple la suposición que asume que la mayor productividad es acompañada con un aumento en la remuneración, debido a que  en nuestro país  los sueldos no están correlacionados con la capacidad productiva de los trabajadores. Y el tercer elemento relevante, tiene que ver con cuanto ha influido el gasto público en la productividad de la educación, lo  que tampoco quedó absolutamente transparentado tras la investigación que contempla un periodo de veinte años.

No obstante, en países desarrollados como España, estas premisas si se cumplen a cabalidad, lo que da cuenta de una estructura más lógica. Para Riquelme en Chile existen algunas explicaciones para este fenómeno “La productividad en Chile no está asociada a un cumplimento objetivo, más bien está asociada a un cumplimento de horas laborales y cuando llega el momento de ver el resultado final, nos encontramos que hay una gran cantidad de horas trabajadas  respecto a cierto producto, pero hay muchas horas ociosas. Este escenario dice relación con el código del trabajo que establece cierta permanencia  en el lugar, más que el cumplimiento objetivo”.

Del mismo modo,  el economista  hace un mea culpa respecto al capital humano y su aporte a la productividad del país, aludiendo a que las universidades se encuentran un poco distanciadas del ámbito laboral, vale decir, los profesionales que egresan de las diferentes casas de estudios  no generan la productividad que deberían generar inmediatamente en la empresa, siendo ésta la que logra formar o adiestrar -en el ámbito real- a los profesionales para que obtengan los objetivos deseados por la institución.

“En Chile se cumple la teoría económica de Collins, somos un país credencialista. Es decir,  pagamos  cierta remuneración de acuerdo a la certificación y título que presenta la persona, lo que no está ligado a los índices de productividad alcanzados por el futuro trabajador. Esta disociación no se da en países desarrollados”, agregó Riquelme.

En este sentido, la experiencia queda de lado, dando a pie a que se generen brechas económicas aún más profundas en el entendido que aquel que no tuvo los medios para seguir estudiando no podrá lograr mayor movilidad social.

Este escenario económico laboral se desprende del momento que como país estamos viviendo, encontrándonos en un estado de desarrollo intermedio, donde aspectos como la educación y las condiciones laborales, aún se encuentran en estados bajos de avances, porque aún nos encontramos profesionalizando a la población, con el slogan de que un título profesional nos lleva a una mejor situación laboral. Sin embrago, esto debería cambiar a medida en que nos acerquemos al desarrollo y el mercado  de cuenta de que los profesionales ya no están contribuyendo de la manera que se esperaba, nivelándose los salarios percibidos por técnicos, administrativos y otras fuerzas laborales.

En efecto, este último tiempo las remuneraciones de los profesionales han ido bajando debido al incremento de especialistas en diversas áreas y a la carencia de productividad presentados por éstos. Igualándose los sueldos de técnicos y profesionales universitarios. No obstante, aún no se produce un cambio sustancial y sólo nos queda esperar un futura reforma laboral basada en la flexibilidad de horario, sin que ésta se convierta en una herramienta que vaya en desmedró del trabajador, algo para lo cual todavía no estamos preparados.

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