La investigación científica ya no es un territorio vedado para el ciudadano común. Cualquier persona podría hacer hoy un hallazgo importante, como aquel que tuvo lugar en 2007, cuando una holandesa de 24 años (Hanny Van Arkel), aficionada a la astronomía, descubrió en su tiempo libre un objeto celeste en la web de ciencia ciudadana Galaxy Zoo.

Este sitio -ideado por dos astrónomos de la Universidad de Oxford- congregaba a miles de voluntarios curiosos por la astronomía a clasificar galaxias y de paso acelerar las investigaciones llevadas a cabo por los científicos. Tuvo su impulso definitivo cuando Brian May, guitarrista del afamado grupo inglés Queen y también astrofísico, convocó a sus seguidores a participar.

banner ciencia ciudadana 01En este contexto, la Universidad Autónoma de Chile será sede del Seminario Internacional en Ciencia Ciudadana, que tendrá lugar en Temuco, Talca y Santiago, entre el 20 y el 23 de junio, donde tres destacados expertos de Estados Unidos, España y Argentina darán a conocer sus proyectos y realizarán talleres prácticos para los interesados en esta innovadora forma de investigación. Inscríbete aquí

Ejemplos hay varios y cada vez son más los voluntarios ciudadanos que se involucran en investigaciones científicas aportando con sus conocimiento y tiempo en la recolección y análisis de datos de investigaciones científicas reales, convirtiéndose en científicos ciudadanos.

La plataforma “Penguin Watch” permite estudiar desde la comodidad de nuestro hogar las colonias de pingüinos del sur gracias a 50 cámaras distribuidas a lo largo de la península Antártica; “GripeNET” realiza un estudio epidemiológico basándose en los datos proporcionados por los ciudadanos; “Saca la Lengua” convoca a estudiar la flora bucal y conocer la diversidad de microorganismos (bacterias y hongos) que viven en individuos; o el proyecto «Vigilantes del Cierzo», que mide colectivamente la calidad del aire cultivando frutillas en Zaragoza, España, para lo cual los voluntarios envían información sobre su cultivo a los investigadores.

Y Chile no se ha quedado atrás. Por ejemplo, el proyecto “Chinita Arlequín” busca conocer, gracias al reporte de la gente interesada, la ubicación geográfica de este insecto que se ha transformado en una plaga para la agricultura; o el proyecto “Murciélagos de Chile”, para registrar observaciones de estos mamíferos voladores en el país y ser una herramienta complementaria para la conservación de sus poblaciones.

 

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