Moverse en el asiento, utilizar gorro o tirar pequeñas pelotas de papel durante de las clases, entre otras acciones, lejos de ser acciones de distracción pueden ser señal de que ese estudiante requiere canalizar adecuadamente una necesidad, para mejorar su concentración y recepción de contenidos.

Así lo plantea Frieder Hass, terapeuta ocupacional que ofreció el taller “Creación de un ambiente propicio para el aprendizaje: ayuda concreta a base de la integración sensorial”, a docentes de la Carrera de Pedagogía en Educación Básica de la Universidad Autónoma de Chile en Temuco.

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El especialista, que ha logrado trabajar y revertir resultados en niños que han sido diagnosticados con hiperactividad y déficit atencional, sin el uso de medicamentos, expuso situaciones y ejercicios simples y básicos que pueden provocar un cambio en el menor y mejorar su concentración, haciendo que el aprendizaje sea más simple y provechoso, en cosa de minutos.

Los profesores tienen la misión de traspasar contenidos a los niños, pero muchos de ellos no pueden prestar atención, porque están ocupados con funciones del cuerpo, que se centran en el cerebelo. “Si éste trabaja bien, se preocupa de la postura, la visión y la audición, y como consecuencia los niños quieren aprender contenidos. Pero cuando no es así, el mensaje del niño es: ‘yo quiero aprender el contenido, pero estoy ocupado con funciones del cuerpo y por eso no puedo prestar atención’. Así, es importante saber cómo funciona el ser humano, cómo funcionan los cinco sentidos, además del equilibrio, de la propia percepción, también de la piel, y hay que saber cómo vamos a apoyar al cerebelo, que trabaja en forma simple.

Explicó que acciones como mantener puesta la capucha, morder la manga, sacarse los zapatos o mantenerse en constante movimiento se deben a una necesidad del menor, por ejemplo, de poder identificar el arriba o el abajo, sentir las articulaciones de su boca, sentir el suelo frío, etcétera. Y esto desviaría la atención del joven impidiendo que preste atención.

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“Si uno no tiene los conocimientos, uno piensa que el niño quiere llamar la atención, que lo hace a propósito o que es una falta de respeto, pero muchos de ellos lo necesitan (el gorro por ejemplo) para saber dónde es arriba y como consecuencia prestan atención en clases. Incluso hay niños que sufren de estrés y necesitan comer chicle en clases, para sentir moverse la mandíbula. Si tienen esa necesidad resuelta, hablan menos, están más tranquilos y más atentos. Al menos 10 de 100 niños necesitan tener algo en la mano y si se los quitas para que se concentre, provocamos lo contrario y comienza a producir ruidos, a ser agresivo, a hacerse el payaso o no trabajan y uno les entrega la etiqueta que son conflictivos”, puntualizó Hass.

A su juicio, el sistema educacional chileno permite trabajar con estos niños. Lo primero es entender que tienen una necesidad especial, asumir que existen instrumentos que permiten satisfacerlas y hacerlo.

“La regla es que cuando la silla no se mueve, el niño se mueve y por eso entregamos sillas que se mueven, por ejemplo un soporte de silla de pelota de pilates -que se puede usar hasta cuarto medio- con la cual automáticamente se sientan más derechos, automáticamente el cerebelo trabaja y tiene toda la concentración para el contenido. También están mucho más tranquilos, más atentos… o puede ir al patio y utilizar las máquinas como las que se utilizan en los parques, para que puedan moverse y en vez de empujar a otros, suben a la máquina, trabajan unos tres minutos y después de la pausa están mucho más atentos, es un menor potencial de conflicto y estarán mucho más contentos”, concluyó el experto.

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