La docente de la carrera de Pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación de la Universidad Autónoma de Chile en Talca, la escritora Susana Burotto, analizó este cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, el gigante de la literatura hispana y universal, que falleció un 22 de abril de 1616 en Madrid, a la edad de 68 años.

Y lo hizo en el marco de las actividades con las que la casa de estudios celebró el Día del Libro y la Lectura, con una serie de actividades en las que se involucró a toda la comunidad académica. “Cuando los alumnos leen, hacen intervenciones, reflexionan, representan, dialogan, sólo están viviendo de nuevo ese fulgor de la creación que tanto amó Cervantes”, explicó la académica.

Burotto señaló que comparar la fragilidad de la vida humana individual con la cuasi inmortalidad de una obra que atraviesa siglos, tiempos y lectores de diferentes realidades, invita a reflexionar cómo la lectura de un autor y su obra tiene una vida tan sólida y fuerte como para cobrar vida ante tanto cambio ocurrido en el mundo, la cultura y la visión de mundo de millones de lectores y decenas de críticos. “Está claro que un tiempo lee de una manera que, conservando la esencia de la obra y del espíritu de su autor, integra también la especial mirada, el clima, los valores y la orientación del lector que recibe la obra”, sostuvo.

Por eso, la escritora se preguntó: «¿cómo es o cómo debería ser el conocimiento lector de Cervantes en el lector chileno actual?»

TPG108073“Primero, la observación- casi un lugar común- que hace de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, una especie de sombra que se agiganta y que oculta la real dimensión de su autor. Frente a esto, está la opción que cada lector debería tener y que consiste en investigar sobre las obras de un autor a partir de la lectura de otras. Sucede también que cuando se parte por la obra más difundida de un escritor cuesta apreciar las obras anteriores y posteriores a ese libro. ¿Injusto? Tal vez lo sea, pero acontece», explica.

«También es cómodo el acto de dar significado a todo sólo a través de un libro. Naturalmente, esta época nuestra no es propicia a la calma, el tiempo y la paz que un lector con realidad propia (por ejemplo, el adolescente de enseñanza media o el joven universitario, por nombrar las situaciones más comunes) tiene para conocer las obras de un autor. Se necesita tiempo, claro que sí. Pero también la clave de una buena guía de lectura, que puede provenir de un docente o de alguna persona conocedora de la literatura, una guía que no asuste cuando entramos a la vida del libro y vivimos las historias que han estado por años esperando a que los lectores, la otra parte vital de la obra literaria, haga revivir el libro», precisó.

Agregó que «Alonso Quijano, Sancho Panza, el cura, el barbero, Aldonza Lorenzo, los molinos de viento y la venta, los diálogos llenos de humor y sabiduría, no cobrarán vida si los dejamos en el altar de la información memorística y repetitiva. Sólo en la medida que leamos su obra, toda la visión del autor se nos hará patente para entender por qué el mundo caballeresco y pastoril presentes en su novelas no son una parodia sino un tributo genial de un lector que amaba tanto leer como crear”.

Asimismo, Burotto indicó que si hablamos de rendir tributo a la figura de Cervantes, es impensable no mirar las perspectivas críticas sobre su obra, aunque la interpretación puede diferir según el tipo de enfoque, la época, la visión individual de cada crítico. “Respecto a los últimos, los ha habido señeros- Miguel de Unamuno, Azorín, Américo Castro, entre otros- como también ha influido en el pensamiento creador de Borges, Eco, Auster, por mencionar autores contemporáneos. Todos ellos tributan del único modo que un acto admirativo se hace concreto y se proyecta; con nuevas escrituras, con nuevos mundos ficcionales que dan la razón a la imaginación, la belleza, la inteligencia, que, en rigor, humanizan el mundo”.

Finalmente, pensando en el lector, la académica recalcó que sea una lectura que derive en conocimiento, pero no sólo en un plano academicista- que a la larga deviene en un saber acumulativo y referencial- sino en el ámbito personal. “’Leí a Cervantes, qué sorpresa, no creía que me iba a gustar tanto’, podría ser una expresión que suene a gloria, en un presente como el que estamos viviendo, donde se dan la mano lo prosaico, lo vulgar, lo fugaz, lo irrelevante y lo trivial, pese a tener ante nosotros un despliegue nunca antes visto de acceso a la cultura, los textos, las ideas”, concluyó la académica.

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